Estoy cerca de Añelo, en este campo que compró mi papá hace 40 años. A medias con un vecino porque no le alcanzaba. Lo niveló, le hizo canal de riego, lo empezó a trabajar. Plantó frutales. En la época de cosecha trabajaban 30 personas.

Nunca habíamos tenido un reclamo, y de repente te usurpan y no solo pierdes el trabajo. Lo peor es que perdes la salud.

En mi familia teníamos un chiste: que el campo era el cuarto hijo, por el tiempo y el trabajo que mí papá le dedicaba. Un hombre sano y trabajador por demás, que cuando no pudo entrar al campo se enfermó y murió ese mismo año. Yo recién había sido mamá y la amargura de lo que pasamos me cortó la leche.

Nos enteramos de que lo estaban  usurpando de nuevo cuando entró la niveladora a mover suelos para hacer otro canal de riego.

Después de haber reconocido en 2017 ante la Justicia que esta es propiedad privada, el año pasado nos volvieron a usurpar y plantaron una bandera mapuche en el campo de mi familia.

Cuando están ellos encierran las máquinas y con violencia echan a cualquiera que quiera trabajar la tierra. 

La justicia nos obliga a sentarnos en una mediación con personas que no creen en la ley. 

¿La ley no es pareja para todos? Porque ellos cometen un delito al usurpar nuestra tierra. Qué hicimos nosotros para tener que negociar con ellos nuestra propiedad. 

Soy Carolina Galván.