En el año ´85 compramos un lote en la zona de abajo del barrio Pilar II de Bariloche, y en el año ´97 le compramos a don Antonio Buenuleo otro lote más arriba, cerca del pie del Cerro Ventana. Tengo boleto de compra venta firmado por el propio Antonio Buenuleo. Pasado el tiempo, sus descendientes formaron una comunidad mapuche y nos cerraron el acceso a los lotes. Detrás de esta tranquera hay más de diez lotes cerrados de distintos vecinos que hemos comprado.
Esto es propiedad privada. Nosotros hemos pagado, no es que hemos ocupado ni hemos usurpado: al contrario, a nosotros nos usurparon. Después de la formación de la comunidad en el 2011, se nos han caído los proyectos que teníamos, no podemos ingresar a nuestros lotes, que en su mayoría están usurpados. Queremos que la Justicia y el Estado avancen y se nos reconozcan los lotes que nosotros compramos. Porque los pagamos y pagamos la mensura, y pagamos impuesto a Rentas de la provincia y juntamos el dinero entre todos los vecinos para pagar la mensura del loteo total del barrio. En caso de que no podamos recuperar las tierras, nuestra expectativa es que al menos hagan un resarcimiento económico.
La relación siempre fue buena con don Antonio. Su intención era siempre regularizar, pero por distintos impedimentos políticos y poca decisión del Estado nunca se logró. Don Antonio siempre decía que él quería darle el título a los vecinos pero sabíamos que era complicado. Incluso tuve en su momento un poder firmado por el propio Antonio Buenuleo para poder trabajar sobre la regularización de tierras, siempre poniendo al conocimiento de él todo lo que sucedía. Si don Antonio me cedió un poder para poder trabajar a favor de la regularización de tierras, está claro que acá no había una comunidad.
La historia hubiese sido distinta si él estaba bien y con buena salud. Yo respeto mucho su memoria porque él fue siempre fue una persona bastante derecha. Si vos le comprabas el lote en cuotas, todos los meses él iba y te golpeaba la puerta para que le pagues y te hacía el recibo.
Llegué al barrio, en el año ´93. Se formó una comisión de fomento en la que fui elegida Presidenta y empezamos a trabajar para la regularización de las tierras y para que el barrio sea considerado ejido municipal. Se avanzó mucho y ese mismo año se hicieron las primeras mensuras y las primeras subdivisiones de lotes. Participamos todos los vecinos: éramos más de 100.
Cuando llegué al barrio no había luz eléctrica. Recién se estaba formando la escuelita con el esfuerzo de los vecinos y no teníamos línea de transporte urbano. Logramos traer el transporte hasta la Escuela 329, trabajamos para traer el tendido eléctrico y empezamos a progresar, despacio, con el tema de los servicios. Al tiempo se trajeron las redes de agua.
Hoy en día nosotros estamos perjudicados porque no tenemos la regularización, no tenemos identificados los lotes catastralmente con nomenclatura. Y encima, ahora los lotes están cerrados por una supuesta comunidad. Acá nunca hubo una comunidad, siempre fue un propietario que vendía como privado.
Testimonio de Silvia Rodríguez. Junio de 2022.