La familia Casanova, de antiguos pobladores de San Martín de los Andes y la comunidad mapuche Curruhuinca, la más grande de la zona, mantienen hace décadas un duro enfrentamiento por un campo que da al lago Lácar.
En un campo paradisíaco en la zona de Pil-Pil, con vista al lago Lácar, a unos 8 kilómetros al sur de San Martín de los Andes, la disputa entre los Casanova, una familia pionera, y la comunidad mapuche Curruhuinca, se convirtió en un símbolo más de la guerra por la tierra en la Patagonia.
El último incidente ocurrió el viernes pasado, relata Nélida Casanova, cuando una discusión derivó en una balacera en la que incluso la Policía tuvo dificultades para calmar la situación. La familia Casanova buscó apoyo en el subsecretario provincial de Derechos Humanos, Ricardo Riva, encargado de las mediaciones.
Desgaste de la relación
Nélida describió a LM Neuquén cómo se fue desgastando una relación que hace décadas era muy buena.”Mis viejos siempre convivieron con la comunidad, pero no con estos cabrones que hay ahora”, acusó, describiendo el contexto en el que el conflicto se intensificó en los últimos días.
Casanova considera que la permisividad de las autoridades, especialmente del Parque Nacional Lanín, fue clave en la escalada del conflicto. “Les conviene tener a estos flojos porque ellos son 500, en cambio, nosotros somos 50 nada más`, enfatizó la mujer. Y opina que al reconocer la propiedad comunitaria se alentó a algunos miembros de la comunidad a actuar sin limitaciones. La convivencia, que alguna vez fue respetuosa, se volvió hostil y marcada por la desconfianza en los alrededores de San Martín de los Andes.
La colocación de un mojón entre ambas `propiedades` se convirtió en una frontera simbólica y conflictiva. `Nunca voy a avanzar sobre ese mojón que pusieron, porque las tierras son nuestras`, sentenció la pobladora, quien afirmó que solo quiere vivir en paz, pero que, ante el silencio de las autoridades, el conflicto sigue escalando.
Fuente: La Mañana de Neuquén